jueves, 19 de marzo de 2009

¿Por qué el mito de Antígona?


Creo conveniente señalar antes de explicar mi inclinación por este personaje trágico, que me interesan los temas que traten acerca de la Violencia de Género y de la forma en que esta puede frenarse y, lo que sería mejor, eliminarse por completo. Precisamente mi labor actual está sujeta a la prevención de la Violencia de Género en institutos y asociaciones de mujeres brindando talleres que visibilicen no sólo la problemática que percibimos de manera inmediata a través de los medios de comunicación, sino además las causas que posibilitan y legitiman su persistencia en el tiempo.

Ahora bien, teniendo en cuenta que una de esas causas son las creencias sexistas que nos condicionan a mujeres y a hombres a cumplir con roles específicos y con una serie de estereotipos configurados a partir de nuestras diferencias biológicas, que en definitiva limitan nuestra libertad y nuestra capacidad de elección encasillándonos en modelos simplistas de lo femenino y lo masculino que representan "el deber ser" de la mujer y del hombre, creo fervientemente que una manera de contrarrestar este flagelo es precisamente trasgrediendo esas normas interiorizadas y normalizadas como naturales que en el caso de los hombres los asocia con la fuerza, la actitud beligerante y dominante que los lleva en ocasiones a convertirse en victimarios y en el caso de las mujeres las relaciona con la sumisión, la abnegación, la pasividad, que en últimas las expone en la mayoría de los casos a ser las víctimas.

Nuestra sociedad no necesita ni víctimas, ni victimarios requiere seres humanos libres para elegir con qué actitudes quieren identificarse, personas que vivan en espacios compartidos y no jerarquizados por sexo, que disfruten de una vida en donde las responsabilidades así como los buenos momentos se compartan equitativamente.

Todo lo anterior, me hace pensar de manera metafórica que la tragedia griega de Antígona, a pesar de su antigüedad, está vigente en cada sociedad, en donde exista desigualdad entre hombres y mujeres (que desafortunadamente son la mayoría) pues creo que al igual que Antígona en su momento debió enfrentarse a preceptos impuestos por un orden jerárquico, en casi todas las sociedades del mundo del siglo XXI, las mujeres aún nos enfrentamos a obstáculos para ejercer nuestros derechos.

Se trata, entonces, de cuestionar los discursos para derribar el significado que el lenguaje les confiere. De aquí que la historia de Antígona y su hermana Ismene evoque las dos posibilidades que tienen las mujeres de hoy para enfrentar este orden injusto y malintencionado

Por un lado la resignación, representada por Ismene que teme morir si se revela ante Creonte (que incluye a aquellas mujeres que no quieren o no pueden alterar su situación de dominación) y por otra parte, la oposición decidida llevada hasta sus últimas consecuencias, representada por Antígona (que se refiere a todas aquellas que han decidido dejar de ser objetos pasivos para convertirse en sujetos conscientes de sus vidas)

Creo también, que debido a las raíces de esta violencia que se hunden en los imaginarios socioculturales, es necesario además del castigo a quienes la ejercen, trabajar de forma paralela en el cambio de mentalidades si de lo que se trata es de acabar con ella, y eso se logra educando en igualdad, socializando a mujeres y hombres de manera paritaria, por cuanto es la última de las opciones señaladas la que conducirá a derrotar este problema.

Para ello, se necesitan más Antígonas y menos Creontes, pues no será suficiente con que todas las mujeres asuman el ejercicio de su libertad, será indispensable que los hombres no vean en ello una amenaza y lo acepten sin oponer resistencia y mucho menos sin ejercer violencia. Sólo entonces, cuando hombres y mujeres vivamos en igualdad seremos dignos de llamarnos seres humanos.